Familia Foucauld

Si el grano de trigo, no muere….
Hacia el CENTENARIO del martirio del Beato Carlos Foucauld (1858-1916).


2015: AÑO FOUCAULD.

Para motivar parroquias, diócesis, seminarios, institutos, escuelas, congregaciones religiosas, las comunidades que viven y de la Alianza para promover eventos para vivir y festejar el Centenario de la pascua de nuestro Hermano Carlos de Jesús.

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Fraternidad Sacerdotal Iesus Cáritas

La Fraternidad nació en Francia, alrededor de un grupo de sacerdotes, entre los que se encontraba el que fuera su primer responsable general, y posteriormente obispo de Orleans, Guy RIOBÉ, en el año 1951, con el nombre de la UNIÓN SACERDOTAL.
En 1976, ya tras el concilio Vaticano II, pasó a denominarse Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas. Actualmente agrupa a unos 3.000 sacerdotes diocesanos y está extendida en los cinco continentes. 
En Europa somos unos 1.500 sacerdotes, y en España somos 50 hermanos entre las ocho fraternidades actuales: Almería, Extremadura, Granada, Madrid, Málaga, Murcia, Valencia y Zaragoza. Dos hermanos están aislados en Asturias y Guipúzcoa, y hay un número aproximado de veinte simpatizantes, que acuden a nuestros retiros nacionales. 
La irradiación de la personalidad humana y evangélica de Carlos de FOUCAULD, y su aventura espiritual y evangelizadora, han estado en el origen de la Fraternidad Sacerdotal, y continúan hoy, como inspiradoras de una forma evangélica de vivir la vida y el misterio presbiterales. 

NÚCLEOS DE LA ESPIRITUALIDAD DE LA FRATERNIDAD SACERDOTAL IESÚS CÁRITAS 
Conciencia de la gratuidad del Amor de Dios, que lleva a la respuesta agradecida del hombre, de "amar a Dios por Él mismo". 
Amistad personal con Jesús. 
A la escucha de su Palabra : "volvamos siempre al Evangelio". En el intento inacabado y siempre recomenzado del seguimiento-imitación. 
Seguirle es imitarle, es imitar a Jesús en todo. 
Es instintivo, es necesario: "cuando se ama, se imita..." 
Adorando en la Eucaristía. "La Sagrada Eucaristía, es Jesús, todo Jesús". Presente en el hermano, especialmente en el más abandonado de ellos. "Ver en cualquier humano a Jesús". 
Reconciliados con nosotros mismos. En la aceptación sincera y serena de nuestra persona con nuestros valores y sus limitaciones. "Padre, me abandono a Ti". 
En una vida fraterna. "Hacerme llamar hermano y no padre..." 
Mirada contemplativa de toda la realidad que nos rodea, de las personas, de los acontecimientos, de los problemas humanos, no para quedarnos con los brazos cruzados sino para actuar desde el Evangelio. "Recibamos todo sufrimiento común presente de la mano del Bienamado". 
Un estilo a modo de evangelización: Imitación de la vida sencilla de Jesús de Nazaret. Amistad y Bondad como signos de "gritar el Evangelio con la vida". Un dinamismo: "hacia los más abandonados". "Y tengo que hacerlo, por los olvidados, por los más abandonados". Pobres y con medios pobres. "Vos habéis tomado el último lugar, y nadie os lo podrá arrebatar jamás". "Toda nuestra vida, por muda que sea, la vida de Nazaret, la vida de desierto, como la vida pública, debe ser una predicación del Evangelio con el ejemplo; toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los tejados...". Hermano Carlos 

MEDIOS DE LA FRATERNIDAD PARA VIVIR ESAS CLAVES 
Reunión mensual de la Fraternidad. 
Adoración Eucarística. 
Desierto. 
Revisión de vida. 
Convivencia amistosa. 
Retiros regionales, nacionales, internacionales.
Mes de Nazaret. 

COORDINACION
Encuentro de la Fraternidad Europea
Tenemos un responsable general asistido por un equipo intercontinental de cuatro hermanos, cada uno encargado de un área lingüística o geográfica. 
Ningún miembro de la fraternidad está liberado de su tarea habitual de sacerdote diocesano, y todos los responsables siguen en sus destinos respectivos.
Muchos de nosotros ejercemos nuestro ministerio sacerdotal, además de en parroquias, en la prisión, el trabajo, en colectivos de exclusión social, enfermos, en Cáritas, en barrios marginales, en el mundo de la inmigración.

CÓMO NOS ORGANIZAMOS
Cada fraternidad tiene su ritmo de encuentro mensual, y cuenta con un responsable local que coordina el grupo y el encuentro.
En Navidad y en verano tenemos retiros abiertos a otros hermanos del presbiterio diocesano y de la vida religiosa.
En Navidad pasamos tres días para orar y celebrar el Misterio, en un ambiente de familia; en verano nuestro retiro dura una semana y se desarrolla en clima de silencio, con la celebración comunitaria de las Horas, con una iniciación en la mañana llevada a cabo por el animador o animadora, con el espacio prolongado para la adoración eucarística, la revisión de vida, la convivencia fraternal y una jornada de desierto.
Habitualmente, en la última tarde de los retiros, tenemos encuentro de fraternidad a modo asambleario.
Nuestros desafíos principales en esta etapa son: ahondar en la verdadera revisión de vida en fraternidad, organizar y realizar el Mes de Nazaret, ayudarnos unos a otros a facilitarnos el día de desierto, la difusión en nuestros presbiterios diocesanos del carisma de Carlos de FOUCAULD y de la Fraternidad Sacerdotal y seguir ahondando en todo lo que nos aporta el carisma en nuestras vidas, nuestra espiritualidad y en el empeño del trabajo por el Reino, con los ojos puestos en Jesús y abandonándonos en el Padre. 


UNION SODALITÉ  CHARLES de FOUCAULD
Carta de Jean François Six

UN CAMINO EVANGÉLICO
Ser miembro de la UNIÓN SOLIDALIDAD que fundó Carlos de Foucauld, a la que llamaba “hermandad, cofradía” (o sodalicio) significa emprender este camino libremente y en soledad.
Un camino simple: él mismo lo fue simplificando a lo largo de su vida, yendo a lo esencial y, así, simplificó también la regla de vida, el Directorio, consejos sobre el Evangelio que dejó a los miembros de la UNIÓN.
Pero es tanto la vida de Carlos de Foucauld en el Sahara como el  Directorio, inseparablemente, los que son guía para todo aquél que es miembro de la UNIÓN; Carlos de Foucauld, él mismo formó parte de la UNIÓN, inscribiéndose entre los 49 primeros miembros.
Todos los miembros de la UNIÓN tienen que leer de cerca la vida y Directorio  de Carlos de Foucauld, intentando comprender bien ambos, no al pie de la letra, sino a través del contexto, teniendo muy en cuenta el momento y las circunstancias en las que estuvieron inmersos, la cultura de la que emanaron.
En el corazón de esta espiritualidad vivir  el “Evangelio para cada día” para hoy; el miembro de la UNIÓN es llevado por un dinamismo intenso: el  de Jesús de Nazaret, el Buen Pastor, que va hacia el que está más lejos, hasta el último lugar, hasta donde se fue la oveja que se alejó más de  Él.
El miembro de la UNIÓN desea encontrarse con Jesús allí, ese Jesús que llega hasta los últimos, los más apartados de Dios Amor, los más apartados de la dignidad humana.
Seducido de todo corazón por este Jesús en camino hacia las ovejas perdidas, el miembro de la UNIÓN, allá donde está, tanto si es cura, religioso como laico, se deja interrogar primero y ante todo por su consciencia de hombre y de bautizado que le invita y le impulsa a ir hacia los que están “más lejos”, a ir primero hacia sus hermanos, hombres que tienen hambre y frío, que son despreciados o excluidos; y, también, a ir hacia los que son los últimos en conocer a Jesús, sus hermanos que le ignoran, que están apartados de Aquel que es el hermano mayor de todos y cada uno, el “hermano universal”.
Ser un hermano, una hermana de Jesús: es eso lo que ha de ser, tanto como pueda, un miembro de la UNIÓN, alguien que quiere estar a la altura de la obligación que siente de dar a conocer a su hermano mayor a los demás, a todos aquellos que tienen derecho a conocerlo, a Él y a su Corazón, que tienen derecho a saberse amados. Un miembro de la UNIÓN comienza por los últimos de ellos, aquellos que se sienten desesperados en su condición humana, humillados, que no son reconocidos por los otros, que están muy lejos de sentir que el mensaje del Evangelio va por ellos también.
Carlos de Foucauld penetró hasta el interior del desierto más grande del mundo para encontrarse con algunos de estos hombres, y les dio el derecho de ciudadanía gracias a los estudios lingüísticos que llevó a cabo, entregándoles su vida de cada día. El desierto del Sahara fue su Nazaret: allí reconoció a sus habitantes y a sus ocupantes como hermanos suyos, como Jesús hizo con el pueblo de Galilea y sus contemporáneos. Al mismo tiempo, el amor que le embriagaba le hacía tener presentes en su mente y en su oración a todos los últimos del mundo.
La oración de todo miembro de la UNIÓN, ella o él, sea trapista, ama de casa, vicario de parroquia, enfermera, ermitaño o misionero en comunidad, obrero o gran sabio, ha de ser una oración universal en la cual los últimos sean los primeros. Y los miembros de la UNIÓN, estén donde estén, están reunidos invisiblemente y en la Comunión de los Santos, rezando, como Carlos de Foucauld, comenzando por los últimos, los más desarmados de amor, los que más rechazan al Amor, aquellos a quienes les falta amor, aquellos que se cierran al Amor.

DAR UN PASO
El compromiso que hace el miembro de la UNIÓN es primero, y ante todo, un compromiso de corazón, un compromiso interior y de consciencia personal, una decisión tomada primero ante Dios y los hombres, ante la Iglesia invisible de todos los santos, deseando participar del carisma del beato Carlos de Foucauld y hacerlo existir tanto como pueda a través de una vida ordinaria.
Este es el primer paso esencial. Hay hombres y mujeres que son miembros de la UNIÓN de corazón: el rostro y el mensaje de Carlos de Foucauld les atrajo y se dispusieron a vivirlo en su vida directamente. Son miembros de la UNIÓN completamente, aunque no lo manifiesten formalmente.
Para todos los bautizados que lo deseen, católicos, protestantes, ortodoxos, su compromiso interior puede ser recibido de manera oficial por la UNIÓN, que es una “asociación de fieles”, cuyos estatutos fueron reconocidos por la Iglesia en vida de Carlos de Foucauld (“hermandad, cofradía”, 1909) y, después de su muerte, según los términos del nuevo derecho canónico (1986).
El mismo Directorio de Carlos de Foucauld (Edición francesa: Conseils évangéliques, ediciones Seuil, colección Livre de Vie). El único escrito que quiso publicar, esta carta fundamental que su autor destinó a los primeros 49 miembros y a todos los miembros futuros de su “hermandad”. Los estatutos de la UNIÓN de 1986 son, simplemente, una explicación actualizada del Directorio, siguiendo el nuevo derecho canónico de 1983.
Aquel o aquella que quiera ser reconocido como miembro oficial de la UNIÓN, que comience por dejarse penetrar por el ejemplo esencial vivido por el que se definió, en el mismo año de su muerte, “misionero aislado”, “desbrozador evangélico” y que expresó su intenso deseo de que otros sigan sus huellas y hagan suya también esta vocación: “Los misioneros aislados como yo son escasos. Hay muy pocos misioneros aislados haciendo este oficio de desbrozadores; me gustaría que hubiera muchos”.
Después, que el candidato a la UNIÓN, hombre,  mujer, se pregunte cómo responder concretamente, en su propia vida, vida de familia, vida profesional, vida asociativa, a esta llamada de Carlos de Foucauld y darle forma tal y como resuene en él o en ella. No se trata de elaborar o de ejecutar proyectos extraordinarios, de marcharse lejos o de hacer alguna cosa espectacular, sino de trabajar el lugar allí donde cada uno está inmerso, de cavar y de remover toda aquella tierra que esté bien alejada del Evangelio. Ante  todo hace falta trabajar el propio corazón, allí donde hay zonas no desbrozadas, no transformadas por la vida de Cristo Resucitado, y, también, en torno a uno mismo,  en zonas a nuestro alcance, allí donde Cristo es ignorado.
Aquél, aquella que quiera adherirse a la UNIÓN, que se dirija a aquél que, bajo la autoridad del obispo responsable, coordina el conjunto de la UNIÓN y su tarea, velando para mantener la fidelidad al espíritu de Carlos de Foucauld, su fundador. Louis Massignon, a la muerte de Foucauld (1916) y hasta su muerte (1962), continuó manteniendo la coordinación de la UNIÓN, y después de él lo ha hecho Jean François Six, quien L. Massignon nombró para sucederlo en esta misma tarea. Después, J.-F. Six, con el acuerdo del obispo, nombró coordinadores delegados, no por territorios o por países, sino por lenguas, adoptando la perspectiva de Pentecostés, para que los miembros de todas las lenguas (en el 2009, año del centenario de la UNIÓN: lenguas alemana, inglesa, árabe, catalana, coreana, española, francesa, italiana, japonesa, portuguesa) puedan ser escuchados en su propia lengua.
Que el coordinador, sea de la lengua que sea, cuando reciba una solicitud de compromiso oficial, profundice con el solicitante, por carta o encontrándose, en su deseo y en sus perspectivas. Que insista sobre el carácter propio de esta vocación de desbroce, de vanguardia, vocación que exige ser vivida de manera libre y con inventiva, delante de sí mismo y delante de Dios. Que le aclare que  habrá de encontrar, él mismo, y por sí mismo, quizás con la ayuda de un hermano o de una hermana que lo aconseje, sacerdote, laico, religiosa etc., pero esencialmente por sí mismo, los recursos espirituales necesarios y los medios apropiados para desplegar esta vocación, en la cual se trata de responder de manera personal, haciendo el honor y de manera original a su bautismo, según su inserción y según las circunstancias.
Cuando el coordinador dé su visto bueno, que el solicitante escoja con él una fecha significativa por su entrada a La UNIÓN. En esta fecha, en el transcurso de la misa de la fiesta escogida, y en la misa en la cual participe habitualmente en su parroquia o lugar de vida, que haga un acto de compromiso por  un año, renovable tácitamente y anualmente en la misma fecha, mientras el coordinador, si es sacerdote, o su delegado, por su parte, presenta al Abba, en la Eucaristía del mismo día, por su parte, aquél o aquella que entra en la UNIÓN. Que el solicitante considere este acto como el encargo de ser enviado en misión según el carisma del beato Carlos de Foucauld; aunque lo haga solo y como punto de partida, en la Comunión de los santos, está rodeado por todos sus hermanos y hermanas de la UNIÓN.

UNA VOCACIÓN ESPECÍFICA: DESBROZADOR
La especificidad de esta misión consiste en dar la prioridad en la oración, en la mente y en el corazón, y, tanto como sea posible en los actos, al primer trabajo de misión: aquél que el beato Carlos de Foucauld nombró “el desbrozo evangélico”. El miembro de la UNIÓN no es de entrada ni un “sembrador” ni un “segador”, alguien que siembre para la predicación o a través de obras evidentes, sino un “desbrozador”, no es, en absoluto, aquél que desaparece y se entierra en algún lugar, sino alguien que excava la tierra y la remueve para permitir que arraigue la semilla.
El “desbrozador evangélico” no se aparta de su cultura sino que, todo lo contrario, la cultiva lo más profundamente posible, como el Hijo de Dios hecho hombre que se insertó en una cultura concreta, y que vivió particularmente en Nazaret, en Galilea. Y cuando el “desbrozador” se encuentra ante otra cultura que no sea la suya, se casa con ella, le sirve fielmente, anuncia el Evangelio a sus interlocutores en su lengua, a la manera de Pablo o de Francisco-Javier. El “desbrozador” se abandona así a los acontecimientos de la vida de aquéllos con los cuales se inserta, “sabe”, tal como lo dijo de la vida de Carlos de Foucauld su obispo, “valorar las circunstancias, maravillosamente, como aquéllos a quienes dirige el Espíritu Santo”. El “desbrozador” se encarna; su vida de evangelización no se realiza  nunca fuera de una cultura sino en lo más profundo de ella.
El desbrozador ama y aprecia los trabajos de los sembradores; igualmente comulga y participa en el gozo de la tarea de los segadores: cuando toda la comunidad eclesial puede acoger, recibir, y rodear nuevos brotes, nuevos bautizados en nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu. El desbozador  tiene que ser infinitamente paciente; ama la discreción de Padre y los plazos inesperados del Espíritu. Ha sido prevenido por la vida y el mensaje de Carlos de Foucauld: no se hacen milagros ni conversiones indebidas, tienen que pasar a veces siglos entre el tiempo en que se desbroza y aquél en el que se recoge. No busca lo inmediato, desconfía de las ilusiones, no busca en absoluto fenómenos maravillosos, no salta por encima de la Providencia sino que quiere entrar, día tras día, en el abandono, entregarse a Él en un trabajo ardiente a partir de los signos de los tiempos, de los acontecimientos y de las circunstancias que se presentan.
El “desbrozador”, aunque no predique desde lo alto hacia las multitudes reunidas, no callará, sin embargo, no se esconderá, por nada del mundo, en la pasividad. ¿En qué consiste el trabajo de “misionero aislado”?   Carlos de Foucauld lo explicó continuamente en el transcurso de sus años saharianos, en sus intercambios con las poblaciones que encontraba ya que era un ser de palabra, y conversó día tras día con ellos. El miembro de la UNIÓN se tiene que referir a estas experiencias existenciales: el “desbrozo evangélico” no requiere de ninguna manera una desaparición, ni una ausencia muda, sino que pide justamente que el “misionero aislado” intercambie con sus interlocutores a través de diálogos que sean literalmente de tú a tú, ras, de cara a car, compartiendo la vida cotidiana, de “Nazaret”. Al hacer el balance de la existencia de desbrozador evangélico” en el Sahara, Carlos de Foucauld escribió, el año de su muerte, que no hizo ni consiguió gran cosa, pero que, en todo caso, supo “conversar familiarmente, de tú a tú, con los pobres”. El miembro de la UNIÓN tiene que aprender, como Foucauld, el arte de la conversación a partir de la vida de cada día, con todo el mundo con quien se encuentre; el arte del diálogo con el vecino o el colega, el arte del intercambio y de la correspondencia sencilla y fraterna con hombres y mujeres de todo tipo.
Estos intercambios concretos y simples, compartiendo entre iguales, cultivan y hacen crecer  la amistad, la perla  del “desbroce evangélico”. Foucauld indica, el año de su muerte, lo que es, no un método proselitista o una oscura maniobra de reclutamiento sectario, sino la búsqueda de una relación gratuita, desinteresada, y confiada, que es la amistad. Él quiere hacer, con sus interlocutores, sean los que sean, este trabajo relacional que “inspira una confianza absoluta en nuestra veracidad, en la rectitud de nuestro carácter”: “Convertirse para ellos en el amigo seguro, a quien acuden cuando dudan o en la pena, sobre el afecto, la sabiduría y la justicia del cual cuentan absolutamente”.
Igualmente, la bondad que Carlos de Foucauld pide insistentemente a los miembros de su hermandad en las directrices que les da, no es una cursilería seductora, sino un acto de acogida libre y fuerte a todos los que se encuentran en el camino, sean quienes sean. En su última encuentro, en 1909, en el momento de la fundación de la UNIÓN, el padre Huvelin recomendó a Carlos de Foucauld “el apostolado de la bondad”: es lo que aplicó con fervor hasta su muerte.
Amistad y bondad se acompañan, de manera muy natural, de alegría.  Una alegría particularmente rebosante en este hombre. En el Sáhara se ve hasta qué punto el beato Carlos de Foucauld se siente feliz de haber descubierto finalmente su camino, feliz de poder recorrerlo día tras día, camino de abandono al Abba, incluso cuando atraviesa la auténtica noche de la fe, ante la que comenta continuamente que “amar no es sentir que se ama sino querer amar”. Y su alegría irradia y conquista todos los corazones; es un real gozo de vivir y un gozo encontrarse en su camino. Alegría profunda que se une a la del Cristo Resucitado en la alegría del Abba, feliz de haber cumplido su misión. Es ésta la alegría que se propone a los miembros de la UNIÓN.
El “desbrozador evangélico” sabe que su tarea - esta tarea de los inicios, que Carlos de Foucauld compara a la de los primeros apóstoles, y particularmente a la de Pablo, a la de Aquila y  Priscila - es una tarea muy dura y que necesita la virtud del coraje. Carlos de Foucauld subraya que está “aislado”, “en medio de poblaciones muy diseminadas y todavía muy alejadas de espíritu y de corazón” del Evangelio. Hace falta un extremo valor para afrontar este vacío, esta ausencia, para avanzar desarmado, trazar solo en la noche el propio surco, para ir  en vanguardia en busca de las 99 ovejas perdidas en los cuatro puntos de los inmensos desiertos espirituales de nuestro tiempo, en busca de los seres de hoy dispersados por mil mundos, en mil centros de interés ajenos a la fe Jesús.

EL LIBRO  Y EL PAN PARA EL CAMINO
¿Cómo un miembro de la UNIÓN puede llevar a cabo este proyecto que pide tanta virtud? Para empezar, a pesar de las imágenes fijas que lo muestran a menudo riguroso hacia sí mismo y hacia los otros, hay que recordar que Carlos de Foucauld era, como se ha dicho, “de una inalterable dulzura”. No podría, pues, ser sino suave en lo que pide a los que lo siguen en su vía. No exige de ninguna manera de ellos ni el heroísmo ni cultivarlo, sino vivir bien sencillamente y en paz las indicaciones de Aquél que fue suave, de Aquél que quiso poner a los Suyos no un yugo sino que les enseñó la vía del corazón y la libertad, el Evangelio de las Bienaventuranzas. Es este Evangelio el que permitirá al “desbrozador”  abrir el camino y es la Eucaristía a quien le haga vivir el día a día hacia adelante.
Dibujo de la Sgda Familia realizada por el Hermano Carlos
Es eso lo que nos ofreció Carlos de Foucauld a nosotros, miembros de la UNIÓN, en el momento en que la fundaba la UNIÓN, a la cual propone “un triple objetivo”:
“Producir un retorno al Evangelio en la vida de personas de toda condición; producir un crecimiento de amor hacia la Santa Eucaristía; producir un impulso hacia la evangelización de los infieles.”
Hay que fijarse en principio y ante todo que se trata de una invitación a un dinamismo, cada día renovado. La UNIÓN es una incitación dirigida a todo bautizado para realizar personalmente en su vida “un crecimiento”, “un impulso”. No se trata en absoluto de un perfeccionismo incesante que se ha de perseguir o de un voluntarismo destructor: cada miembro de la UNIÓN avanza humildemente, paso a paso, en el cumplimiento cotidiano de su vocación, intenta amar centrándose más en el hoy que no en el ayer, y de trabajar hoy mejor que ayer. “A cada día le basta su pena”.
Hay que tener en cuenta que los tres ejes conjuntamente: las tres “E”, Evangelio, Eucaristía, Evangelización, están entrelazados y en relación dialéctica los unos con respecto a los otros. La Evangelización se realiza a través de la existencia de los miembros de la UNIÓN en tanto que son “Evangelios vivientes” a través de su donación diaria a los otros como Cristo, que da su vida por todos en la Santa Cena y que invita a distribuir este Pan a todos.
Para convertirse en un Evangelio viviente, el miembro de la UNIÓN caminará lo más sencillamente que le sea posible con el libro del Evangelio, según el consejo que Carlos de Foucauld dio a L. Massignon: “Encontrar tiempo para hacer la lectura de algunas líneas de los santos Evangelios, reanudando cada día la continuación, de manera que, en un cierto tiempo, lo hayas recorrido enteramente con los ojos, y después de la lectura (que no tiene que ser larga, 10, 15, 20 líneas, medio capítulo como máximo).Después, meditar durante unos minutos, mentalmente o por escrito,  las enseñanzas contenidas en la lectura. Hay que tratar de impregnarnos del espíritu de JESÚS, leyendo y releyendo, meditando y  volviendo a meditar sin cesar sus palabras y sus ejemplos: que traspasen nuestras almas como la gota de agua que cae y recae, sobre una losa, siempre en el mismo lugar.”
Para convertirse en una Eucaristía viviente, el miembro de la UNIÓN recordará a menudo, en su corazón, a Jesús, el cual, en la víspera  de su Pasión, instituyó la Eucaristía y el servicio a los últimos, “se acordará de que este Banquete, ofrecido a todos, es para repartirlo entre todos, y que este don de la Eucaristía para todos tiene que ir acompañado de nuestra donación concreta. (“Sobre la adoración eucarística, que vuelve a ponerse de moda, digo a menudo, en forma de provocación: Una hora de adoración, ¡una hora de lavado de pies!” B. Ugeux, teólogo, La Croix, 23 mayo de 2009).
Para la Evangelización, cada miembro intentará “ser un modelo de vida evangélica” que permita a las “personas alejadas de Jesús y especialmente los infieles” (Directorio, XXVIII, 6º) encontrar a Jesús mismo. A los hermanos y hermanas de Jesús que forman parte de la UNIÓN, Carlos de Foucauld muestra que una vida evangélica ejemplar es el primero y el último recurso para el anuncio del Evangelio: “El ejemplo es la única obra exterior por la cual pueden actuar sobre las almas totalmente ajenas a Jesús, que no quieren escuchar ni las palabras de sus servidores, ni leer sus libros, ni recibir sus beneficios, ni aceptar su amistad, ni comunicarse de ninguna manera con ellos : sobre éstos, no hay ninguna acción que sea posible fuera del ejemplo; pero esta acción a través del ejemplo es tanto más fuerte en la medida en que no suscita ninguna desconfianza, toda apariencia de engaño o de seducción se descarta”

LA FRATERNIDAD
Hermano Carlos, Hermano Universal
Como Carlos de Foucauld en el Sahara, un miembro de la UNIÓN es una persona política, se inscribe en la ciudad de los hombres y tiene que trabajar. Según tres principios que el fundador de la UNIÓN ha puesto constantemente en obra: la búsqueda constante del bien común, querer el desarrollo de las personas y de los pueblos, la realización de los derechos humanos y muy particularmente de los derechos del último de los hombres.
Se trata también aquí de ir primero a las tierras menos cultivadas, las menos desbrozadas, allí donde el sentido del bien público, del interés general se aplica menos, allí donde la fe en el progreso, un “progreso” completo “intelectual, moral y material” (Carlos de Foucauld) ni exista casi, allí donde los derechos del hombre no se apliquen en todos los seres humanos, allí donde se aparten  grupos de seres humanos, no reconocidos, excluidos.
La fraternidad, como para Carlos de Foucauld, es, para todo miembro de la UNIÓN, universal: es una preocupación global por todos los seres humanos del planeta y por  su futuro común; y pide, al mismo tiempo, una atención particular a los diferentes círculos de fraternidad, así como lo dijo algunas semanas antes de su muerte: además de la fraternidad al participar, todos juntos, del mismo género humano, existe la fraternidad entre creyentes en un solo Dios, como también la fraternidad entre los hijos de una misma patria o de una misma lengua; fraternidad distinta que trata de distinguir una de cada una y de cultivarlas todas.

LAS TIERRAS YERMAS DE HOY
Carlos de Foucauld no ha sido un ermitaño en levitación que sobrevolara por encima las confrontaciones de su tiempo, al margen de las tensiones y de los conflictos de su época. No se puede desencarnar como si se tratara de un ideólogo espiritualista. Y hay que leer su vida y su mensaje en el contexto de su siglo y de su cultura. En su vocación de “desbrozador”, el miembro de la UNIÓN se tiene que vincular al terreno, discernir lo mejor que pueda de qué manera el hombre contemporáneo puede participar en la evolución que transforma su época en profundidad; como Carlos de Foucauld, que fue un gran geógrafo, así se preocupa  por explorar y descubrir qué queda en “blanco en el mapa”, aquello que está todavía poco trabajado, poco percibido; y  no se puede quedar con una aproximación en sentido superficial; tiene que remover la tierra para que se convierta en fecunda.
Sin jugar al profetismo, se ha de escrutar lo que ocurre en este principio de Tercer Milenio. El miembro de la UNIÓN no puede enclaustrarse, ni con respecto al futuro de la humanidad ni al de la Iglesia, en un tiempo parado, en un instante presente en el cual uno se sumerge y se pierde para no tener que mirar más lejos. El planeta actual tiene la tendencia a dejarse ir en el hoy, a derretir la existencia en un día a día sin proyecto global para mañana; ahora bien, hay que trabajar el futuro, hacer avanzar el carro según el horizonte que se intenta discernir. Esconder a la cabeza bajo el ala del instante no puede traer sino mil dominaciones, tutelas e injusticias. Desbrozar exige que se mire bien  lejos.
El miembro de la UNIÓN no se perderá tampoco en la tentación del hombre de nuestro milenio: las múltiples religiosidades fusionales en las cuales uno se alimenta de iconos de un día, en las cuales se busca disolverse naturalmente para no tener que afrontar la condición humana y sus problemas de hoy.
Carlos de Foucauld en el Sahara fue un hombre realista. Realista en cuanto a su vida de hombre, en su encarnizado trabajo científico - buscaba exactamente el sentido de una palabra Tuareg o el significado de una costumbre Tuareg-; realista en su mirada a los amigos de todo tipo como en los creyentes de su tiempo, tal como se los encontraba, con un ardiente deseo, para todos ellos, que se acercaran a Jesús y a su Evangelio.
El miembro de la UNIÓN es realista. No  aturde con largas diatribas sino que se sienta con el otro, cercano, para establecer conversaciones y diálogos familiares, tú a tú, cara a cara, con cada uno; se encarna en el Nazaret de cada uno, en sus problemas, sus gozos y sus esperanzas. Carlos de Foucauld no conoció la civilización actual del mundo virtual en el cual uno se relaciona sin encontrarse; nos propone, no volver atrás con instrumentos arcaicos, sino buscar hoy cómo reencontrar verdaderamente al otro en tanto que otro en una relación real hecha de carne y de sangre, real, como el pan y el vino de una comida compartida.
Los poderosos ordenadores que cruzan nuestro planeta y lo condensan en un punto com, los que permiten decirlo todo en un tiempo que se cree supuestamente real, no pueden reemplazar lo fundamental que es una presencia humana real, como ha sido real, tal como los evangelios nos lo enseñan, la presencia de Jesús en cada uno de aquéllos que encontraba, en los suyos, en sus compatriotas galileos, en los israelitas de todo tipo de su época, en los extranjeros, en los ocupantes. El miembro de la UNIÓN tiene que buscar con todas sus fuerzas la fraternidad de los verdaderos encuentros personales con todos, con cada uno de los prójimos, de sus vecinos, de sus colegas, de sus conciudadanos con sensibilidades políticas diversas, con el mundo de los jóvenes y de aquéllos que envejecen cada vez más, con los habituados a Internet y los adeptos a los barcos de vela. Tiene que hacerse a todo con ellos.

ENVIADOS
En el momento que tomaba intensamente conciencia de su vocación de “desbrozador” y en el momento en el que pensó transmitirla a otros, Carlos de Foucauld evocó los primeros “desbrozadores”: los primeros cristianos en este momento preciso: el atardecer del martirio, en Roma, de los apóstoles Pedro y Pablo. Y quiso destacar la fe de los primeros cristianos, que no desfalleció entonces, sino que, todo lo contrario, les dio la fuerza para dar a conocer al Cristo muerto y resucitado a una multitud que lo ignoraba.
”Desbrozadores evangélicos” hoy, estamos en un mundo en el cual hay muchos “hermanos de Jesús que Lo ignoran”, donde hay muchos hermanos de Jesús que se alejan de Él. Estamos delante de un inmenso desierto y de una inmensa desertificación de la que medimos mal la fuerza. Cien años exactamente después del nacimiento de la UNIÓN, el Papa Benedicto XVI escribió, en marzo del 2009, a sus hermanos obispos: “En este momento de nuestra historia, el verdadero problema es que Dios desaparezca del horizonte de los hombres. En nuestra época en la cual, en vastas regiones de la tierra, la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que ya no encuentra donde alimentarse, la prioridad predominante es la de hacer presente a Dios en este mundo y de abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino a este Dios que habló en el Sinaí, a este Dios del cual nosotros reconocemos el rostro en el amor entregado hasta el extremo (Joan 13, 1), Jesús-Cristo crucificado y resucitado”.
Como los primeros cristianos, los miembros de la UNIÓN, tenemos que empezar asimismo por el comienzo, tenemos que osar un ligero primer anuncio del Evangelio, es nuestra propia vocación de “desbrozadores” en la Misión de la Iglesia, pueblo de Dios.



 Unión Hermanos de Jesús - Sodalité Charles de Foucauld

Naturaleza: Asociación de fieles.
Fecha y lugar de fundación: 1909, Fundación de la Unión (diócesis de Viviers, Francia).
Reconocimiento jurídico: 1986, por Mons. Derouet, obispo de Arras, Francia.
Miembro fundador de  la Asociación internacional Familia espiritual Carlos de Foucauld.

HISTORIA:
Carlos de Foucauld vivió una espiritualidad profunda en la soledad, primero en Nazaret antes de ser sacerdote, y luego en el Sahara. Murió muy solo. Conoció también una gran soledad interior durante los siete años que vivió en la Trapa: efectivamente, aunque es allí donde vivía, no se sentía “de la Trapa”. No hay que olvidar tampoco la soledad en que estuvo durante los doce años que vivió como incrédulo, de los 12 a los 28 años; ni su soledad durante la exploración de Marruecos; ni su soledad en el apartamento de la calle Miromesnil antes de su conversión. Finalmente, y esto es muy importante para nosotros, C. de Foucauld conoció una inmensa soledad interior, una noche de la fe, durante los diez últimos años de su vida. En esta soledad y, a través de ella, en la comunión de los santos, -comunión muy secreta y discreta, muy interior y poco visible- es donde nos arraigamos, quienquiera que seamos: en la Unión-Sodalicio, efectivamente, hay sacerdotes seculares, laicos, religiosos y religiosas, obispos, etc., personas todas marcadas por esta soledad espiritual, nómadas en búsqueda constante de la Vida Trinitaria.
La Unión-Sodalicio es una sociación privada de fieles, es «la más humilde de las afiliaciones foucauldianas» -por emplear la expresión de Louis Massignon (1883-1962)- quien quería expresar así el hecho de que nosotros no tenemos ningún signo visible de fraternidad. Pero su proyecto fue madurando durante largo tiempo.. Comienza con las conversaciones de Massignon con Carlos de Foucauld, el intercambio de correspondencia, la noche de adoración que pasaron juntos en el Sagrado Corazón de Montmartre el 22 de febrero de 1909. Se concreta en la única fundación del «hermano universal», la Unión de hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, que contaba con 49 miembros en el momento de su muerte, entre los que estaba el mismo fundador. Años más tarde, en la reunión de todas las “familias” del P. de Foucauld que hubo en Beni-Abbés en 1955, Massignon fue reconocido como responsable de un pequeño grupo cuyo número podía contarse con los dedos de la mano. A partir de los años 60 le sucede el actual coordinador, el P. Jean-François Six.

Hay que señalar que fue Louis Massignon quien rescató los proyectos del Hno. Carlos tras su asesinato; fue él quien pidió a René Bazin que escribiese la biografía que causó tanto impacto, primero en Francia. Louis Massignon editó el Directorio (texto de 1909, con los añadidos de 1913 hechos por el Hno. Carlos), primero en 1917 en el Instituto francés de El Cairo, y luego en París en 1928 y 1933. En 1957 René Voillaume, fundador de los Hermanitos de Jesús y de los Hermanitos y Hermanitas el Evangelio, hizo una adaptación del texto para uso de las Fraternidades seculares del Hermano Carlos de Foucauld. En ese sentido se puede decir que Louis Massignon es un eslabón esencial entre su amigo Foucauld y las fraternidades que nacieron veinte años después de su muerte.
Número de miembros: 1000.
Implantación en el mundo: 53 países
La Unión–Sodalicio no está organizada por países, sino por lenguas. Hay miembros de lengua alemana, inglesa, árabe china, coreana, española, francesa, griega, hebrea, india, italiana, japonesa, neerlandesa, noruega, polaca, portuguesa, rumana, rusa, checa, turca, vietnamita.
CARACTERÍSTICAS
Modo de vida: Los miembros son los bautizados, en igualdad fraternal: sacerdotes, laicos, obispos, casados, solteros, en diáspora, “misioneros aislados” (C. de Foucauld).
Compromiso: Personal, en una estructura flexible, renovable cada año.
Aspectos esenciales: Vivir Nazaret, allí donde uno esté, una existencia evangélica, según los consejos de Jesús. Vivir, en la Eucaristía, la fraternidad con Jesús y con todos nuestros hermanos los hombres. Cada miembro se apoya en los hermanos y hermanas de la Unión-Sodalicio: es una unión de oraciones y de acciones, en la Comunión de los Santos.
Más información:

2 comentarios :

walkingwoman dijo...

Hay un testimonio de un amigo y hermano: Manolo Moreno Sanz+ que marcó la vida de cuantos vivimos la fe con él.

http://otromundoesposibletestimonios-gui.blogspot.com.es/2010/10/al-estilo-de-jesus-pobre-valiente-libre.html


http://lacasadelossuegnos.blogspot.com.es/

Un saludo desde España.

Hno. Claudio dijo...

Amiga, gracias por el comentario y me gustron mucho los link, creo que en muy pronto lo podremos ver en este munaysonqo, un saludo cariñoso y sigamos caminando junto al Hermanito.